Hace tiempo que no publico en la web, aunque participo un poco mas en facebook ;-), en esta ocasión quiero compartir una metáfora (http://www.cop.es/colegiados/b-00085/escritos/historias/sandia.HTML) para la reflexión, propia de cada persona !
…. intentare ser más constante 🙂 LA SANDÍA Un viajero iba atravesando una extensa y árida llanura. Había estado cabalgando desde la mañana y ahora se sentía caluroso, cansado y hambriento. Observó que el sol empezaba a ponerse en el horizonte por entre las montañas comenzó a preguntarse dónde podría encontrar un lugar donde descansar y algún sitio donde pasar la noche. Llegó finalmente al término de la llanura y miró fijamente hacia abajo en dirección a un hondo valle. Allá lejos en la distancia le pareció distinguir una aldea remota, con el humo de las chimeneas evolucionando despreocupadamente sobre cielo del atardecer. Urgió a su caballo a bajar por el sendero que conducía al fondo del valle. Le parecía estar disfrutando anticipadamente de la bebida fría como el hielo que apagaría su sed y del sabor de las delicias de la localidad, así como de la buena compañía. Cuando llegó a las afueras de la aldea, ésta parecía estar desierta. Había una sola calle con casas y unos pocos comercios a cada lado. Pero a través de la neblina de la tarde pudo distinguir vagamente cierta actividad al otro extremo del vecindario. Urgió a su caballo en esa dirección y advirtió que todos los aldeanos estaban reunidos en torno a una valla que rodeaba un campo. A medida que se acercaba pudo escuchar los gritos nerviosos de la gente. Cuando le vieron, le suplicaron: “Ayúdenos, Señor, Sálvenos del monstruo”. El viajero miró hacia el interior del campo. Lo único que pudo ver fue una sandía enorme.“Por favor, sálvenos, Señor. Está a punto de atacarnos”. “Eso no es un monstruo. Es una sandía. No es más que una fruta de gran tamaño”. “Es un monstruo y está a punto de atacarnos. Sálvenos”. “Es una sandía”. “Es un monstruo”. “Es una san…”. Pero antes de que pudiera acabar, los enfurecidos aldeanos le bajaron del caballo y lo arrojaron a la charca. Después lo ata ron al caballo y lo fustigaron hasta hacerle desaparecer de la aldea. Aproximadamente una hora más tarde otro viajero iba siguiendo penosamente las huellas del anterior. El sol había se guido bajando en el horizonte y sentía más sed y más hambre todavía que el primer viajero. También contemplaba la posibilidad de beber algo y de probar la exquisita cocina genuina de la región. Bajó serpenteando la ladera del valle y llegó a las afueras de la aldea. Vio a la multitud agitándose y gritando junto a la valla: “Cuál es el problema?”, preguntó. “Mire, un monstruo verde y feroz. Está a punto de atacarnos” “Así es”, dijo el viajero. “Es enorme y ciertamente muy fiero Permitid que os ayude”. Sacó la espada, espoleó a su caballo, saltó la valla y en menos que canta un gallo los trozos de sandía volaban por todas partes. Los aldeanos, cubiertos de pulpa roja y de pepitas negras, daban vítores y aplaudían enfervorizados. Pasearon al viajero por toda la aldea en olor de multitud y le invitaron a quedarse todo el tiempo que quisiera. Lo instalaron en la mejor habitación del hotel, le pagaron todos los gastos, le sirvieron la mejor comida y los mejores vinos de la región. Y a cambio el viajero se molestó en escuchar y aprender su cultura, su historia, sus relatos y su estilo de vida. Y a medida que obró de este modo, poco a poco se fue ganando la confianza de estas gentes. Empezó a hablarles a su vez de su cultura, de su historia, sus relatos y el estilo de vida de sus propias gentes. Y muy amable y delicadamente comenzó a enseñarles la diferencia entre un monstruo y una sandía. Y así, a su debido tiempo, los aldeanos se decidieron a plantar y cultivar sandías en sus campos. Y cuando al viajero le llegó finalmente la hora de partir, pasó junto a los campos llenos ahora de hileras de enormes sandías esperando la cosecha. Y un aldeano le dijo: – “Muchas gracias, Señor. Nos has enseñado muchas cosas. Y nos has enseñado cómo domar a la sandía y hacer que trabaje para nosotros” Y el viajero dijo: “Tenéis efectivamente unas sandías magníficas. Pero no olvidéis jamás que incluso las sandías pueden a veces ser monstruos” Fuente: Nick Owen: “La magia de la metáfora”. Ed. Desclée de Brouwer, 2003 |